Enoque Mate, creador de los Nanocolectores que forman parte del Portafolio Tecnológico de la Dirección de Innovación y Transferencia Tecnológica (DITT) de la Universidad de Antofagasta (UA), es un investigador oriundo de Mozambique, quien decidió desafiar fronteras y establecerse en la capital mundial de la minería. El candidato a doctor en Ingeniería de Procesos de Minerales de la UA, ha convertido cada paso de su carrera en una invitación a transformar la teoría en soluciones palpables para la industria. Su experiencia no solo ilumina el camino de la transferencia tecnológica, sino que también inspira a una nueva generación de estudiantes a lanzarse a la aventura de la innovación.
¿Qué experiencia o momento clave marcó el inicio de tu pasión por la química y te impulsó a dedicarte a la investigación?
Desde que era alumno en el colegio en Mozambique, me fascinaba entender los fenómenos a nivel molecular. Pero fue durante mi Licenciatura en Enseñanza de Química y posteriormente en mi Maestría en Ciencias y Tecnologías Químicas en España, y finalmente en mi formación en Ingeniería de Procesos de Minerales en la UA, cuando comprendí de forma rotunda el potencial de la ciencia para resolver problemas reales de la industria. Ese descubrimiento me motivó a dedicarme a la investigación aplicada.
¿Cómo has logrado integrar tus intereses en innovación y emprendimiento con los desafíos y oportunidades de la investigación?
Mi mayor motivación ha sido asegurar que lo que investigamos no se quede encerrado en un laboratorio o en páginas académicas, sino que tenga un impacto real. Con los Nanocolectores, encontramos la oportunidad de conectar la investigación con una necesidad concreta: mejorar la flotabilidad de partículas finas, uno de los grandes retos en la minería. Con el valioso respaldo del equipo del Departamento de Ingeniería Química y de Procesos de Minerales de la UA y del Instituto de Química de la PUCV, desarrollamos una solución novedosa que ya cuenta con una solicitud de patente en Chile. Este es un ejemplo de cómo la ciencia, la innovación y el emprendimiento pueden converger en una sola tecnología.
¿Qué desafíos iniciales enfrentaste al transformar una idea innovadora en una solución aplicable y cómo lograste superarlos?
El reto principal fue demostrar que la idea trascendía el papel. La industria exige evidencia palpable de que una tecnología funciona bajo condiciones reales, y no sólo en entornos controlados. Para ello, llevamos a cabo ensayos de flotación con partículas finas de calcopirita y pirita en agua industrial simulada, replicando las condiciones de las plantas operativas. Vencer este obstáculo fue esencial para demostrar la eficacia de los Nanocolectores y avanzar hacia su implementación industrial.
¿Cómo se ha manejado la interacción entre la academia y la industria, y qué aprendizajes clave has obtenido?
Una gran virtud de la UA es su apertura al entorno productivo. He aprendido que la industria demanda soluciones que sean viables, sostenibles y escalables. El constante diálogo con los actores del sector minero nos ayudó a afinar el enfoque de la investigación, priorizando propiedades fisicoquímicas clave en el diseño de los nanocolectores y contemplando su escalabilidad. Este proceso ha sido vital para darle a nuestra tecnología la proyección necesaria.
¿Qué estrategias consideras esenciales para que una innovación en el ámbito universitario llegue de manera efectiva al sector industrial?
Para mí, lo primordial es alinear la investigación con problemas concretos de la industria, proteger la propiedad intelectual en el momento adecuado y buscar el soporte institucional para impulsar la transferencia tecnológica mediante pilotos o validaciones industriales. Además, es crucial que la universidad facilite mecanismos de validación tecnológica, establezca vínculos tempranos con empresas y respalde el proceso de transferencia. Esa articulación es la que hace posible que una innovación universitaria tenga un verdadero impacto.
¿Cómo visualizas el rol de los estudiantes de doctorado en conectar la investigación con el mercado, especialmente en sectores tan dinámicos como la minería?
Los doctorandos son puentes entre el conocimiento profundo y la aplicación práctica. Al desarrollar soluciones tecnológicas basadas en conocimientos sólidos y orientadas a aplicaciones prácticas, pueden contribuir a una minería más eficiente, limpia y sostenible. En mi caso, el proyecto de nanocolectores no solo genera nuevo conocimiento, sino que aborda de forma directa la necesidad de mejorar la recuperación de partículas finas, evidenciando el impacto real que los investigadores en formación pueden tener en la industria.
¿Qué estrategias o iniciativas crees que los estudiantes de doctorado deberían adoptar para potenciar la visibilidad y viabilidad comercial de sus proyectos?
Recomiendo trabajar en equipos multidisciplinarios y participar activamente en los programas de innovación y emprendimiento que ofrece la universidad. Es fundamental proteger sus desarrollos y comunicar sus resultados en lenguaje accesible, incluso para públicos no científicos. Estas medidas son esenciales para aumentar las posibilidades de que sus innovaciones lleguen al mercado.
¿Cuáles son las habilidades y actitudes imprescindibles que impulsan una investigación con alto potencial de transferencia tecnológica?
Más allá del conocimiento técnico, la clave está en la actitud: la curiosidad incesante, la disciplina, la capacidad de escuchar al entorno industrial y, sobre todo, la resiliencia para transformar cada fracaso experimental en una oportunidad de aprendizaje. La colaboración y la visión de impacto son, sin duda, fundamentales para convertir una buena investigación en una tecnología que mejore la vida de las personas y optimice los procesos industriales.
Finalmente, Enoque destacó su visión sobre un escenario ideal para el desarrollo científico en Chile.
"Imagino un sistema perfectamente coordinado, en el que la universidad desarrolle investigaciones que respondan a las necesidades reales del territorio, la industria se involucre desde las primeras fases del diseño y, al mismo tiempo, el ecosistema regional actúe como un catalizador, aportando financiamiento, incubación y escalamiento a las tecnologías emergentes. Esa integración no solo acercaría los avances científicos al mercado, sino que también generaría un impacto positivo en lo económico y social de la región.
“Proteger las innovaciones en el momento adecuado no es solo un trámite, es una decisión estratégica. Es lo que permite resguardar los activos tecnológicos de la universidad y asegurar que el conocimiento generado se traduzca en beneficios reales de la sociedad”, concluyó el investigador.